Sunday, April 03, 2005

Mi vida como panadero

Algunos se podrán estar preguntando en qué he estado ocupado todo el tiempo que no he actualizado el blog. Pues bueno, con calma.

Días después de haber escrito la última anotación varios de mis amigos encontraron trabajo. Algunos acababan de graduarse y ya encontraban en qué ocupar su tiempo. Todo ello me provocó una ansiedad considerable pues en este momento de mi vida yo realmente no estoy tan centrado como ellos parecen estarlo. Las noches se me alargaban entre ataques de insomnio y el corazón se me mantenía en constante aceleración. Asustado, fui al médico después de que una mañana mi pecho comenzara a dolerme. Después del chequeo de rutina y un electrocardiograma, el diagnóstico fue: "dormiste en mala postura y tienes un espasmo en el pecho", pero nada de infarto. Me mandaron pastillas para controlar la ansiedad, las cuales por supuesto no compré porque no quiero tener mi consciencia nublada.

Afortunadamente, caminando de regreso a casa, pasé por una panadería muy bonita que hay por aquí cerca y me di cuenta de un pequeño anuncio solicitando ayuda en la entrada. No sé si lo saben, pero si no fuera trabajando en un laboratorio experimentando con formas de vida extraterrestres, me gustaría tener mi propio cafecito y cocinar allí. Animado, decidí entrar y probar suerte. Quedé contratado de inmediato, lo cual alivió mis tensiones pues ahora no tendría tanto tiempo para estar pensando ociosamente.

Los días pasaron sin ninguna novedad, en un ambiente muy agradable, pero por supuesto nadie sabía de mi par de extremidades de más. No quise mencionar nada del asunto porque aún hay gente muy quisquillosa y reacia a ello. Pero lo que transcurría sin novedad se transformó después en un motivo más de ansiedad dentro de mi angustiada vida.

Cierto día, soleado y fresco a la vez, mientras preparaba la masa de los pretzels que vendemos (receta heredada por el dueño del lugar directamente de su abuela y celosamente guardada en la caja fuerte junto a importantes documentos) un tipo con pinta sospechosa entró al local. No me pregunten por qué me pareció sospechoso porque no lo sé. Tal vez fue solo un presentimiento, aunque me inclino a pensar que el ojo vidrioso, los dientes faltantes y la cicatriz en la mejilla tuvieron algo que ver con la corazonada. Lo cierto es que como yo no soy el que atiende las mesas no reparé más en su presencia, pero cuando se levantó esgrimiendo una botella despicada, pidiendo que le dieran tres docenas de croissants y una galleta de puntito rojo o mataba allí mismo al cajero (que no hace falta decirlo, se escondió bajo la mesa al oír semejantes exabruptos) supe que tenía que actuar.

Mientras con mis brazos superiores hice ademán de no oponer resistencia, con mis brazos inferiores busqué algo con qué defenderme, pero solo encotré una caja de huevos a medio consumir. Entonces cogí uno a uno los ovalados proyectiles y sorprendí al tuerto asaltante con una lluvia babosa en su cara. Aprovechando su confusión por lo pegajoso del momento, le lancé una bolsa de harina, con lo que quedó convertido en una especie de tortilla ambulante. Entonces huyó farfullando la fatídica palabra: "Volveré!", cual Terminator pecueco, mientras se limpiaba la cara.

Yo creí que todos me felicitarían, pero en contra de lo pensado, mi heróica acción solo produjo el desmayo de una ancianita que tomaba su quinto café con licor. Y por supuesto fui despedido en el acto, pues al parecer nadie quería un mutante tocando la masa de su pan.

Así que como pueden ver, aparte del cine que casi cada día procuro ver en busca de ideas para sobrevivir, he estado ocupado en asuntos laborales pegajosos.

Como siempre, si tienen una sugerencia para probar con mi vida, solo tienen que dejarme unas líneas, yo prometo tratar de hacerles caso si la idea no es muy descabellada. Por ahora, supongo que volveré a mi rutina y actualizaré el blog con más frecuencia.

Thursday, March 03, 2005

De regreso a casa

Hace tres días que llegué de nuevo a casa de mis padres. No demasiado grato el asunto, a decir verdad. Como siempre, la bienvenida me hizo las cosas más agradables, pero eso no aleja las dudas que hay ante mi futuro.

Desde entonces me he dedicado a reordenar mis cosas. La ropa, las revistas, la música... Lo más duro fue llegar a las notas de la universidad. No quise mirarlas y las archivé de inmediato.

Mi familia me apoya y no me recrimina. Obviamente les hubiera gustado tener un científico en casa, pero mi padre sabe que no fue por falta de esfuerzo. "Debe ser que tu camino es otro", dijo mientras comíamos. Supongo que tiene razón, pero por algún motivo eso no me reconforta. Que te echen del colegio es una cosa, pero que lo hagan de la "Academia Nacional de Científicos Locos" (no asociada a la WASA: Weird Academy of Science and Arts) no queda muy bien en tu hoja de vida. Todo lo que yo deseaba era perfeccionar un método para la propagación por esporas de un híbrido entre vaca y trífido. Pero aparentemente los fracasos sucesivos desalentaron a todo el equipo investigador y a los profesores. La gota que colmó la paciencia de todos fue la mutación de uno de los alumnos en planta carnívora (tipo Audrey). ¿Qué querían? ¡Para hacer una tortilla hay que romper los huevos! Me creyeron demasiado loco, sobre todo viendo que la mayoría de los alumnos no pasa de poner en práctica el manual de laboratorio de Victor Frankenstein, ¡escrito hace más de cien años! ¿Resurrección de cadáveres? ¡Pamplinas! Yo sí que tenía visión de futuro. Pero ahora me veo como cualquier ser humano normal (excepto por el asunto de mis cuatro brazos y mi IQ de 162) buscando qué hacer con mi vida como un cualquiera.

Por eso inicié este diario, para reflexionar sobre mi futuro y pedir consejo a cualquiera que crea que me puede aportar algo. Así que por favor, escríbanme si tiene alguna idea que yo pueda ensayar. Les prometo que la consideraré.